domingo, 6 de febrero de 2011

La sirena vanidosa, un cuento escrito por barrancas



Había una vez una sirena que se llamaba Clara. Tuvo la suerte de nacer en una familia rica, con muchísimo dinero: debido a eso no tenía que trabajar. Un día sucedió una tragedia: Sus padres se arruinaron y lo único que podían hacer para poder comer era... trabajar. La sirena se negaba a ello. Decía que una señorita como ella no debía dedicarse a algo tan bajo. Sus padres lo único que podían hacer era trabajar ellos. No sabían qué hacer con ella, que se tiraba todo el día mirándose al espejo. Porque eso sí, la sirena era bellísima; y encima, cuando pasaba a su lado, siempre los miraba con cara de desprecio y se burlaba de todos los que eran más feos que ella. En lo que creía ella equivocadamente que era la belleza y la fealdad. Los padres tuvieron una idea. Fueron a ver al Rey del mar y le pidieron que por favor bajara los humos a su hija !Porque Clara no iba a llegar a nada en su vida! El Rey del mar pensó y pensó y se le ocurrió algo. La convertiría en una sirena horrible, tan horrible que no se pudiera ni mirar al espejo. Así fue como Clara se levantó una mañana, se miró al espejo, como tenía por costumbre y... !Que sorpresa tan desagradable! ! Era fea! !Todo el mundo se reiría de ella! !Todos se burlarían! !Se vengarían tirándola tomates!... la sirena se desmayó, en lo que pensó era una terrible pesadilla. Cuando se despertó otra vez, estaba en la cama. Se levantó, ni se miró al espejo, pues pensaba que aún era fea; que había sido un castigo a su vanidad y salió a trabajar son sus padres, que la esperaban. Todo el mundo, igual que siempre, se la quedaba mirando por lo bella que era. A Clara le extrañó que no se rieran, pero siguió. Al pasar por un cristal se vio reflejada y !oh! !Continuaba siendo guapa! !Todo había sido un terrible sueño!... La sirena fue corriendo hasta donde estaban sus padres. Los abrazó y los pidió perdón; pero no solo a ellos, sino a todo los del reino y, al fin, la perdonaron, pero nunca volvió a ser vanidosa ni haragana. Había aprendido la lección.

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